Los miedos infantiles

Uno de los desafíos más importantes a los que nos enfrentamos los padres y madres a lo largo del desarrollo y crecimiento de nuestros hijos, consiste en establecer los límites entre lo que es normal y esperable para su edad y lo que no lo es. Los miedos infantiles son algo normal en las primeras etapas del desarrollo y su temática irá variando en función que los niños vayan madurando. Así que, TRANQUILOS! Los miedos irán desapareciendo según los niños vayan creciendo y les “enseñemos” a normalizarlos.

El miedo infantil se considera una reacción normal, básica y constante en el desarrollo de los niños, teniendo un importante valor adaptativo. Es una emoción básica que desde el nacimiento se manifiesta ya en los bebés: miedo a los extraños y a la separación de la figura de apego. Lo característico del miedo de los niños es que es pasajero y temporal, por lo que es habitual encontrar determinados miedos a ciertas edades. Los miedos que aparecen durante la infancia reúnen unas características determinadas: forman parte de la evolución del desarrollo de los niños, la gran mayoría son transitorios, relacionados directamente con la etapa evolutiva-cognitiva, son miedos “compartidos” y universales, es decir, aparece la misma temática en su grupo de iguales e incluso en niños de otras culturas. Todos estos miedos que van experimentando nuestros hijos no interfieren en el funcionamiento normal del niño, permitiendo que éstos desarrollen y aprendan habilidades de afrontamiento futuras.

Los miedos evolutivos más frecuentes son:
• La primera infancia, conlleva asociada sentimientos de miedo cuando experimentan ruidos fuertes (ej: tormenta), separación de la figura de apego (ej: es una persona extraña quien coge al bebé en brazos), y a animales.

• Durante la etapa preescolar (niños de 3 a 6 años), aparece una evolución en la temática unido a una evolución en el desarrollo cognitivo del niño: miedo a la oscuridad, catástrofes, seres imaginarios (fantasmas, monstruos…).

• En niños de 6 a 12 años, aparece el miedo al daño físico y al ridículo. Al final de esta etapa, principalmente, comienza a abrirse camino las preocupaciones relacionadas con el fracaso, las críticas, el rechazo de los iguales y los cambios en la propia imagen.

• En adolescentes de 12 a 18 años, continúan los miedos de la etapa anterior pero con mayor intensidad y surgen otros nuevos relacionados con autoestima y con las relaciones interpersonales.

¿Y los papás y mamás que podemos hacer para ayudar a nuestros hijos?

Algo muy importante es NORMALIZAR y mantenernos tranquilos. Dependiendo de cómo nosotros, los padres y madres, afrontemos estas situaciones…nuestros hijos así lo afrontarán. Estos temores son naturales según el momento evolutivo en que se encuentra el niño y, a medida que crece, llegarán a desaparecer. No les demos más importancia de la que realmente tienen. Ofrezcamos nuestro apoyo y comprensión y, sobre todo, escuchemos muy seriamente lo que nuestro hijo tiene que decirnos al respecto. Es importante saber lo que podemos esperar de nuestro hijo según su edad para no exigirle cosas que todavía no sabe hacer, no ser perfeccionistas y obsequiarle siempre con grandes dosis de cariño incondicional. Es muy importante no ridiculizar sus emociones de temor, no hacer bromas o llamarle cobarde, ni tampoco reñirle o castigarle.
Otro aspecto importante a tener en cuenta: no servirá de nada intentar convencerlo de que no debe tener miedo, el miedo no es racional, es emocional. Es más efectivo rodearle de emociones positivas. La alegría y el cariño son muy poderosos contra el miedo y el acompañar a nuestros hijos en estas etapas, es la mejor de las estrategias que los padres y madres podemos utilizar.

Existen emociones contrarias al miedo que resultan ser las mejores aliadas para luchar contra él: nos referimos a la alegría, la seguridad, el humor, el enfado, la rabia o la risa. Enseñar a nuestro hijo a enfrentarse a sus miedos de la mano de alguna de estas emociones, resulta muy eficaz.
También es importante crear frases o imágenes mentales de valentía que le ayuden a enfrentarse a la situación que teme. Es muy diferente ir al médico pensando “me van a hacer daño” o “me voy a sentir mal”, que pensar “soy muy valiente” o “la visita va a durar muy poco tiempo y no me va a pasar nada”. Los primeros mensajes aumentan el miedo, los segundos lo mantienen a raya y pueden ayudar a disminuirlo. No olvides:

• Obséquiale siempre con grandes dosis de cariño.

• Acostúmbrate a hablar mucho con tu hijo, a preguntarle las cosas que hace cada día. Así podrás acercarte más a su mundo, a su forma de percibir las cosas.

• Si crees que tu hijo tiene miedo de alguna cosa hazle preguntas para que te hable de ello, que te intente describir sus sensaciones.

• Resta importancia a las manifestaciones normales de temor de tu hijo. Explicar que estos miedos también los sienten otros niños de su misma edad o incluso que nosotros mismos experimentamos esos temores a su edad, le ayudará a “rebajar” sus niveles altos de temor.

• Intenta conservar la calma y no perder los nervios en situaciones de estrés, por ejemplo, cuando tu hijo tiene una rabieta en la sala de espera del dentista.

• Entrénalo con valentía, animándole a que afronte poco a poco aquellas situaciones que le dan un poco de temor, siempre de forma gradual.

• Resalta sus comportamientos valerosos.

• No le soluciones todos los problemas. Fomenta que sea él quien resuelva sus dificultades con tu ayuda.

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