En un par de semanas llegan por fin las ansiadas vacaciones…deseadas por muchos papás y mamás y temidas por otros tantos. Y ahora que los niños no tienen cole…¿qué podemos hacer nosotros para entretenerlos taaaantas horas, semanas y meses?. A lo largo del curso escolar, oigo a muchos padres y madres quejarse por la multitud de actividades que tienen los peques a lo largo de la semana, las prisas y carreras, y el encaje de bolillos que algunos padres y madres han de hacer para poder “llegar a todo”, la intensidad a lo largo de la semana para las familias es abrumadora. A esto le sumamos, la falta de tiempo para hacer cosas que muchas papás y mamás manifiestan a los largo de los meses escolares.
Los niños necesitan un descanso, su “pequeño gran cerebro” se encuentra agotado y el calor no le ayuda a funcionar y rendir mejor, por lo que es necesario parar y descansar pero sobretodo, es necesario disfrutar de no llevar un reloj continuamente sobre la cabeza que nos indique que tenemos que “correr más” porque no llegamos.
Pues bien, este calor nos indica que sí, llegó el verano y las vacaciones y con ello llegan también el ocio, el tiempo libre, la falta y cambios de horarios, cambios en la alimentación, el sueño…un periodo en el que las normas en casa son un poquito más blandas por el desgaste que conlleva pasar más horas del día juntos y mantenernos firmes en nuestras normas…de esta forma, después de vivir “a la carrera” durante todo el curso es hora de parar (stop!)…es hora de parar, coger aire, respirar y…organizar. Sobretodo organizar.
Cada vez que un niño tiene la posibilidad de elegir él mismo y decidir sobre su organización, su motivación es mayor lo que hace que su aprendizaje y desarrollo sea más fácil.
En muchísimas ocasiones, los profesionales de la educación y desarrollo de los más peques hacemos referencia a la necesidad de unas rutinas, unas normas y unos límites claros y concisos enseñados con cariño y respeto. Aunque llegue el verano, su cerebro no va a dejar de necesitar estos procedimientos, si no todo lo contrario. Justo en los periodos de más tiempo libre, más horas “sin obligaciones” o un horario “vacío”, es cuando los niños necesitan establecer rutinas, una mayor organización y planificar unos hábitos que les hagan funcionar de la forma más adaptativa posible durante este periodo veraniego largo. Para planificar estos hábitos, es necesario que los papás y las mamás establezcan “una ruta” a seguir, con la participación y elección de los hijos según sean sus motivaciones personales. Es fundamental, que los niños participen de esa planificación puesto que así les resultará más fácil “seguir la ruta”.
Siempre hemos oído decir que el día tiene muchas horas y que siempre hay tiempo para todo, pues bien…vamos a planificar esas “muchas horas” y ese “tiempo para todo”. En un mismo día, es necesario que los niños tengan un poquito de todo y al igual que tienen ocio, diversión y disfrute…actividades que a nivel cognitivo no les suponen mucho esfuerzo puesto que la motivación para realizarlas es bastante alta (por ejemplo: tomarse un helado, ir a la piscina, ponerme unas u otras zapatillas porque hoy no toca educación física…), habrá que establecer otras actividades de otro tipo, que conlleven un aprendizaje y un esfuerzo mayor y que al disponer de un “cerebro menos estresado”, permitirá al niño aprenderlo y afianzarlo de una forma más sencilla (ejemplo: enseñarles a vestirse solos, preparar el vaso de leche del desayuno, abrocharse los cordones de las zapatillas…). Repaso de lo ya aprendido para que su práctica me lleve a dominarlo y a introducir aprendizajes nuevos.
Junto a este tipo de actividades centradas más en la autonomía del niño, es recomendable establecer con ellos nuevas motivaciones, que le ayuden a conseguir metas y lograr objetivos nuevos que durante el curso escolar se nos hacen más difíciles al no tener el tiempo deseado para hacer un buen acompañamiento. Repasar aquellas actividades que nos resultan más difíciles el resto del año o que les cuesta más alcanzar: esas sumas que junto a la mirada de la profe y bajo presión me son más difíciles de resolver…o esa grafía que no termina de ir por donde quiero…o ese idioma que me resulta complicado entender…
Un modelo de actuación muy frecuente entre los niños que entran en la segunda infancia es el aprovechar los periodos vacacionales para aprender un segundo idioma, bien yendo de viaje a un país extranjero o bien aprendiendo en su propio contexto. Pues bien, es en este periodo de falta de estrés, diversión y ocio cuando los niños encuentran más facilidad para aprender un segundo idioma en cualquiera de los dos ambientes puesto que es en estos ambientes cuando el cerebro tiene la posibilidad de prestar más atención y concentración y aumenta su flexibilidad cognitiva.
No todo ha de ser ocio desorganizado, esto tiene que ir conjuntado con unas pautas de actuación, un guión de rutinas que oriente al niño a saber qué es lo que va a ocurrir a lo largo del verano. Aunque hemos de decir también que, este guión en ocasiones “deberá” no ser seguido y dejarnos llevar por la improvisación, tan necesaria para nuestra flexibilidad cognitiva.
En definitiva, se trata de valorar las vacaciones de verano como un periodo de aprendizaje donde la falta de carreras y estrés nos lleva a estar más “disponibles” para determinado tipo de actividades. Lo importante es que estas rutinas y este modo de organizar el verano no se limite a un periodo estacional único, sino que, establezcamos o formemos un “estilo educativo personal y único” que se repita cada temporada para nuestra familia y que al llegar el verano, todos sepamos cómo nuestra familia funciona en estos periodos estivales.