7 consejos prácticos para gestionar mejor las emociones de los niños

Cuando los padres se enfrentan a una explosión emocional en su hijo: ira y miedo, tristeza y disgusto, sorpresa y felicidad, a menudo no saben cómo manejarlo.Las emociones primarias son: enfado, tristeza, disgusto, miedo, sorpresa y felicidad, de donde derivan las emociones secundarias que son: ansiedad y miedo.

Aquí tenéis siete ejemplos prácticos de cómo un padre debe manejar estas emociones y qué estrategias implementar para contenerlas.

1. Educación emocional: los padres deben “sentir” a su hijo

El padre, además de la función primaria de cuidado, debe preocuparse por el crecimiento pacífico de su hijo. Para ello, es fundamental que te identifiques con él. El niño debe ser “sentido y entendido” a un nivel profundo en la mente de sus padres. “Un niño crecerá más seguro y protegido cuanto más tenga a su lado adultos capaces de sentir y pensar lo que siente y piensa y que, al comprender sus estados mentales, le darán respuestas y satisfacción a aquellas necesidades que no pueda expresar”.

2. Manejar la ira: crear un “rincón” en casa donde el niño pueda desahogarse

Las bases para un manejo saludable de la ira se construyen en la niñez y se derivan de la competencia con la que los adultos saben cómo responder a las necesidades del niño desde una edad temprana”.
Cuando el niño está enojado y tiene una rabieta, el padre emocionalmente competente no tiene que caer en el guión de “tú eres mi enemigo”, sino convertir esta oposición en cooperación. En definitiva, ante una mega rabieta, el progenitor en lugar de perder el control a su vez debe demostrar con hechos que las emociones fuertes son manejables y los adultos somos capaces de ello.

Se recomienda establecer un rincón en la casa donde poder acompañar a los niños que están teniendo rabietas, un rincón donde la emoción se puede descargar hasta que se agota, para que luego la calma vuelva a la casa y padre e hijo vuelvan a sentirse aliados.

El padre, que acompaña al niño, puede decir: “Ya que estás tan enojado, ahora te pongo en el rincón de la ira. Aquí puedes gritar tanto como quieras, luego cuando te hayas calmado puedes salir, para que podamos hacer algo bonito juntos”.
En el rincón de la ira, el niño aprende a recuperar el autocontrol: este proceso se denomina autorregulación emocional.

3. Manejo de la tristeza: un pequeño masaje cardíaco

“A los adultos no les gusta ver a los niños tristes. La tristeza se considera una especie de tabú” .

Es por eso que cuando un niño lo experimenta, tiende a encerrarse en sí mismo, mientras que en cambio se le debe ayudar a contarlo y compartirlo.

Por ejemplo, ante el duelo, se tiende a decirle al niño que el abuelo se ha ido para un largo viaje … El niño seguirá experimentando la tristeza de no volver a ver a su abuelo, además de estar confundido por las falsas verdades que lo rodean.

“El mundo está lleno de hombres que, sin saber manejar la tristeza, se vuelven violentos, o de personas que ocultan su tristeza entregándose al trabajo o a otra cosa para llenar un vacío”.

Entonces, si vemos a nuestro hijo triste, en lugar de tratar de animarlo, acostumbremos a reconocer esta emoción y ayudarlo a superarla.

¡Lo mejor es un buen masaje alrededor de su corazoncito explicando precisamente lo que creemos que lo pone tan triste! Por ejemplo, podemos decirle: “Cariño, estás triste porque perdiste tu juguete favorito, quién sabe dónde estará ahora? Podemos ir al parque a buscarlo, luego si no lo encontramos, iremos a una tienda a elegir uno nuevo juntos”.

Así el niño siente que su emoción es reconocida y comprendida, mientras que la mano que lo masajea lo medica justo donde siente el “dolor”. También en la narrativa el padre propone una solución para superar el problema . De esta manera, la relación padre-hijo se fortalecerá en términos de competencia emocional.

4. Lidiar con el disgusto: si no quieres comer en la mesa, prueba el juego del almuerzo con los ojos vendados.

“El asco es la emoción que uno siente frente a algo que percibimos como peligroso para nuestra seguridad”.

Las primeras manifestaciones de disgusto en los niños están relacionadas con el sabor de la comida que llevan a la boca. Y esta emoción la expresan de forma exagerada los más pequeños con la expresión: “Qué asco”.

Cuando los niños vuelven a traer esta frase a la mesa no es tanto porque les parezca repugnante la comida, sino porque les gustaría encontrar alimentos más sabrosos y apetitosos.

“Como padres, tenemos el deber de ayudar a nuestros hijos a apreciar todos los gustos y todos los sabores”. Por eso, frente a un niño que en la mesa nos dice “no me gusta, me da asco” debemos aclarar que ningún alimento es repugnante ya que ha sido preparado con cariño por quienes lo aman. Nuestro cuerpo necesita no solo alimentos golosos, sino también nutritivos y ricos en vitaminas.

Dicho esto, prueba el juego del almuerzo con los ojos vendadoscoloca cinco porciones pequeñas de alimentos diferentes en el plato (incluso los que no son de su agrado), luego con los ojos vendados deberán probar todo y adivinar lo que se lleva a la boca, para que el pequeño aprenda que la comida que llamó pésima puede ser buena.

Otras estrategias: hacer composiciones en el plato, como emoticonos, e involucrarlo en la preparación de la cena.

5. Manejando el miedo a la oscuridad: el ovillo de lana

“El miedo es una emoción que tiene muchas formas de manifestarse. Hay quienes le tienen miedo a la oscuridad, algunos a los perros, algunos a la tormenta …“ Casi todos los niños, durante la primera y segunda infancia tienen muchos miedos, pero la cercanía emocional del adulto puede ayudarlos a superarlos. Y es uno de los primeros y más efectivos entrenamientos emocionales.

Si un niño tiene un miedo, incluso uno muy irracional, los padres deben hacer un esfuerzo para entrar en la mente del niño y comprender este terror. Por ejemplo, si un niño le tiene miedo a la tormenta, debes aceptar esta emoción, pero también encontrar la forma de manejarla y por tanto controlarla.

Por ejemplo, si tu hijo le tiene miedo a la oscuridad y quiere que te quedes con él hasta que se duerma cuando se acuesta, prueba el truco del ovillo de lana: tu hijo en la cama sostendrá el hilo en la mano, mientras tú lo desenrollas y te sientas fuera de la habitación con el ovillo en la mano. Cuando el pequeño sienta venir el miedo, podrá tirar del hilo, de esta manera sentirá tu presencia.

El hilo simboliza el vínculo que existe con los padres incluso cuando están lejos.

6. Usa la sorpresa: la emoción que puede ayudar a motivar a tu hijo

La sorpresa es la emoción que se apodera de nosotros cuando la vida nos pone frente a algo inesperado. Puede ser algo positivo, pero también tiene un lado negativo”.

Sin embargo, los padres pueden utilizar la emoción de la sorpresa de forma constructiva. Por ejemplo, decirle a un niño: “Si eres bueno, entonces tendrás una sorpresa” es una frase ganadora para ayudarlo a lograr una meta y una meta educativa compartida. Al pequeño no le interesará tanto el objeto sino la sorpresa en sí. La sorpresa es algo que uno no espera y por eso significa: “Pensé en ti, te amo, eres importante para mí”.

Un juego que puede ayudar a motivar a tu pequeño es la bolsa de sorpresas.
Si quieres que tu hijo sea capaz de conquistar una etapa de autonomía que para ti es importante (acostarse temprano, lavarse las manos antes de las comidas, poner los juguetes en orden…), prométele su bolsa sorpresa una vez que haya logrado el objetivo propuesto. Todos los días puedes poner un pequeño obsequio que le darás por la noche si se ha logrado el objetivo propuesto y discutido.

7. Felicidad: es una emoción que hay que compartir

“La felicidad es una emoción que nos empuja hacia las experiencias más bellas de la vida”.

Incluso la felicidad es una emoción que debe compartirse. “Si mamá y papá comparten mi felicidad, el mundo es un hermoso lugar para vivir”, piensa el niño feliz.

Un niño que siente tanta felicidad se siente desorientado si se enfrenta a un adulto incapaz de captar y compartir esta emoción con él.

No solo tenemos que traer felicidad a la vida de nuestros hijos, sino que también tenemos que reconocer cuando están felices.

Una sugerencia es hacer pequeños álbumes de fotos de recuerdos felices. “Será genial mirarlos con tus hijos y revivir nuevamente junto con ellos los momentos en los que compartisteis esa hermosa emoción”.

El álbum de los recuerdos felices será un tesoro para recordar con el tiempo.

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